viernes, 5 de diciembre de 2014

Chubut: deshonrar la democracia Norma Giarracca La posibilidad de la vida en democracia es uno de los valores sentidos como valiosos por la humanidad; desde los griegos, pasando por el pensamiento liberal que lo concebía como su máxima expresión emancipadora; el socialismo como herramienta para conseguir una sociedad sin clases y hasta en los nuevos pensamientos que surgen al calor de las luchas en el siglo XXI que la piensan como modos directos (“mandar obedeciendo”, por ej.). La democracia liberal y la que proponían los comunistas, perdieron todo sentido emancipatorio y quedaron con la pura regulación, control social llegar a fuertes represiones que es con lo que contamos hoy en día. Las distintas tradiciones apelaban a sentidos diferentes, en todos los casos supone un gran avance de la convivencia entre los seres humanos y la superación de la violencia y destrucción de los sistemas políticos anteriores, por lo menos en occidente. La democracia liberal se basa en una construcción moderna denominada “representación” y supone que unas pocas personas están en condiciones de representar deseos, intereses, aspiraciones de una parte (constituida en partido) de la población y entre todos los partidos, al conjunto. Desde hace décadas circula la fuerte sospecha de que todo sistema de representación está fallado y las consecuencias de esta situación traen severas heridas a su democracia, base del desarrollo del capitalismo moderno. En nuestro país una expresión dramática de esta crisis fue el ciclo de 2000-2003 donde la mayoría de los argentinos gritaron a la dirigencia política “que se vayan todos, que no quede ni uno solo”. Una nueva salida electoral con la renovada promesa de que esta vez se respetarían los mandatos mayoritarios, se escucharían las voces de abajo del poder, calmó las aguas por un tiempo. No obstante en los territorios amenazados por el modelo de acumulación basado en actividades extractivas, las poblaciones decidieron controlar de cerca y se constituyeron en “asambleas”. Es decir en esos territorios amenazados por la minería, el fracking, la expansión sojera, la democracia liberal tuvo obligatoriamente que convivir en pequeña escala con otros modos de democracia, asamblearias, sin representaciones, horizontales que aspiran a formas de democracia directa. Esa convivencia nunca fue fácil pero con la cercanía de las rebeliones de 2001-2002, el poder estatal tuvo que aceptarla. En uno de esos territorios Chubut, el martes 25 de noviembre una situación mostró la tensión de esa convivencia entre la forma de “democracia liberal” y modos novedosos de democracia asamblearia. La legislatura de la provincia debía aceptar o rechazar un proyecto de ley emanado de la constitucional iniciativa popular que implica que con 3% de firmas del padrón electoral se puede presentar una ley; lo había logrado el conjunto de las asambleas de vecinos contra la minería que vienen batallando desde 2002 para que no se establezca esa actividad devastadora en toda la provincia. La legislatura debía aceptar o rechazar el proyecto pero un conjunto de diputados del Frente para la Victoria y de PJ, escribieron otra ley que nada tiene que ver de la emanada de las asambleas y como forma de deshonrar aún más la democracia la votaron como “el proyecto de la mayoría”; es decir con un golpe de timón pasaron a votar no la emanada de la iniciativa popular sino la otra. Los argumentos que se escucharon de quienes apoyaron esa ley “express” ofenden la inteligencia de cualquier argentino medianamente informado, “dieron vergüenza ajena”. Demos un ejemplo: quienes seguimos estos temas conocemos que cualquier estudiante de grado o activista europeo o latinoamericano que siga el tema sabe de sobra que los dos puntos del planeta donde no sólo se ganaron por primera vez plebiscitos contra la minería a comienzos de siglo sino abrieron debates serios, informados, ejemplificadores fueron Tambogrande en Perú y Esquel en la Argentina. Pues bien, los llamados “representantes” fundamentaban una moratoria de 4 meses que establece la ley de rápida factura, diciendo que se deben un debate sobre minería y que hay que dar tiempo a que se lleve a cabo. ¿Dónde vivió todos estos años “la representante” provincial? ¿Cómo sus compañeros de bancada no le advertían por lo bajo el disparate que estaba enunciando? Pero lo más grave del escenario de la política de representación (supuestamente de la voluntad popular) fue el diputado Gustavo Muñiz del PJ, fotografiado recibiendo órdenes de una de las empresas mineras que están detrás de estas leyes. ¿A quién representa Muñiz? ¿Es legal que las empresas interesadas en instalarse y que son rechazadas por las poblaciones den órdenes a los “representantes del pueblo”? ¿Qué validez tiene esta ley con estos sesgos dantescos y coloniales que pudimos seguir esa noche? ¿No habrá que pedir, por la salud de la enferma y cuestionada democracia representativa, que se anule todo lo actuado el 25 de noviembre en la legislatura de Chubut? Un conjunto de personalidades del país y del mundo así se lo piden a los gobernantes ¿tendrán el mínimo pudor para dar marcha atrás? (véase y adhieran: http://iniciativapopularchubut.blogspot.com.ar/) A punto de entrar en un año electoral ya bastante tenemos con un panorama desalentador en el nivel nacional como para hacer que no pasó nada en esa legislatura provincial. Podemos seguir con prácticas asamblearias, autónomas pero debemos mínimamente poder recurrir a los mecanismos constitucionales que permiten cierto acercamiento y trabajo con “los representantes”. Admitamos que no siempre sale mal, muchas veces entre movimientos sociales y legisladores se lograron avances importantes en materia de derechos sociales y ambientales (la Ley de Glaciares, por ejemplo). Pero se necesita un piso en la seriedad de las prácticas de los “representantes”, que si no existe, como en este caso, se deshonra aún más de lo que está la democracia representativa. Mientras vamos generando nuestras propias formas de democracia, y no sólo en territorios en disputa, debemos demandarle a la clase política una mínima conducta que habilite la convivencia. Socióloga. Instituto Gino Germani-UBA

miércoles, 29 de octubre de 2014

Repudio a a editorial de La Nacion denostando a los pueblos Mapuche

REPUDIO ANTE UNA NUEVA EDITORIAL DEL DIARIO “LA NACIÓN” Y LOS HECHOS DE VIOLENCIA AL PUEBLO MAPUCHE Ante la publicación de una nueva editorial del Diario “La Nación” titulada “Propiedad indígena y usurpaciones” http://www.lanacion.com.ar/1737488-propiedad-indigena-y-usurpaciones (en este caso de carácter anónimo, por lo que es posible asumir que responde a su línea editorial) los abajo firmantes deseamos REPUDIAR esta nueva comunicación, que desconociendo EL MARCO JURIDICO VIGENTE y el CONOCIMIENTO ACADÉMICO, busca NEGAR LA PREEXISTENCIA y los DERECHOS DEL PUEBLO ORIGINARIO MAPUCHE. A la vez deseamos denunciar los GRAVES HECHOS que vienen aconteciendo en los últimos días y que afectan a integrantes de diversas comunidades, indudablemente asociados al clima social que generan estos discursos. En la aludida nota, se deslegitiman las demandas del pueblo Mapuche, incurriendo para ello en una serie de FALACIAS Y TERGIVERSACIONES. Una de ellas, es concebir al pueblo “Mapuche” como presunto “invasor chileno” en oposición a otros pueblos y parcialidades, visualizados como “auténticos indios argentinos”. Esta afirmación errónea HA SIDO LARGAMENTE REFUTADA por una MULTIPLICIDAD de INVESTIGACIONES Y PRODUCCIONES, al ser el resultado de una lectura extremadamente simplista y reduccionista. En la región de Nahuel Huapi a la que alude esta nota, además de los propios relatos orales, los primeros documentos DEMUESTRAN LA PRESENCIA MAPUCHE CON ANTERIORIDAD a la “CONQUISTA DEL DESIERTO” y no reducida a los cien años que sostiene la mencionada editorial (Ver el reciente comunicado elaborado desde los ámbitos académicos) http://novedades.filo.uba.ar/novedades/adhesiones-al-comunicado-en-repudio-la-nota-publicada-por-hanglin-en-el-diario-la-naci%C3%B3n Otra de las TERGIVERSACIONES a las que alude la mencionada editorial, es que “347 representantes de esa comunidad [en relación al pueblo Mapuche] están imputados por el delito de usurpación”. Precisamente lo que demuestra este dato no es la comisión de delitos en sí, sino la JUDICIALIZACIÓN y CRIMINALIZACIÓN del RECLAMO INDÍGENA, donde -en los casos en las que estas causas ya se han resuelto- los MAPUCHE HAN SIDO ABSUELTOS, demostrándose además la APROPIACIÓN de sus TERRITORIOS ANCESTRALES por parte de AGENTES PRIVADOS y ESTATALES. Otra de las TERGIVERSACIONES que esgrime la nota es presentar una situación de “ANARQUÍA” e “INCUMPLIMIENTO” de las leyes en relación a la propiedad privada, cuando son los propios estados –en connivencia con sectores privados- los que vienen incumpliendo las legislaciones vigentes, tales como la Ley Nº 26.160 de “Emergencia de la posesión y propiedad comunitaria indígena” (prorroga, Ley Nº 26.554). Acentúa la falsedad de los argumentos el hecho de obviar que la Constitución de 1994, vigente actualmente, le asigna rango constitucional a los convenios internacionales firmados por el país, en los cuales asume compromisos y obligaciones para con los Pueblos Originarios. Estos mensajes no hacen otra cosa que generar serias consecuencias para la convivencia democrática. Los GRAVES HECHOS acaecidos en los últimos días en el Valle del Challhuaco, en el Parque Nacional Nahuel Huapi son prueba de ello. En la madrugada del pasado domingo 12 de octubre, un grupo de individuos con pasamontañas ingresaron en el Refugio Neumeyer, robando e incendiando posteriormente el lugar. Curiosamente, lo único que sobrevivió al incendio, fueron unos volantes en los cuales se adjudicaba esta acción a un supuesto grupo mapuche. Al instante algunos medios locales manifestaban que un grupo indígena había incendiado este histórico refugio. No es un dato menor que LA ZONA DONDE SE LEVANTABA EL REFUGIO CONSTITUYA PARTE DEL TERRITORIO ANCESTRAL RECLAMADO POR LA COMUNIDAD MALIQUEO, ya que esto ha dado lugar a la vinculación de ambos hechos, sembrando un manto de duda sobre esta comunidad y todo el pueblo Mapuche. Sin embargo, pocos medios de comunicación han remarcado el hecho de que las comunidades originarias que se encuentran dentro de la jurisdicción del Parque, vienen trabajando y construyendo un co-manejo con dicha institución, donde A PESAR DE LAS DIFICULTADES, HA PREVALECIDO EL CAMINO DEL DIÁLOGO Y LA BÚSQUEDA DE ACUERDOS. Estos hechos violentos, no hacen más que entorpecer y dificultar el avance de años, como lo señalo un dirigente de la propia comunidad Maliqueo al destacar en relación a dichos sucesos: “esto nos re perjudica” (Diario “Rio Negro”, 13-10-2014). Deseamos DENUNCIAR, como parte de estos acontecimientos, el ALLANAMIENTO a una vivienda de una comunidad en Bariloche el pasado 21/10/2014. En el operativo realizado por la Gendarmería (como consecuencia de los hechos del Challhuaco) la familia presente (incluyendo menores de edad) recibieron maltratos, agresiones e intimidantes tiros al aire, hechos que ya fueron denunciados por organismos oficiales y organizaciones sociales. http://www.anbariloche.com.ar/noticia/45104-reclaman-urgente-investigacion-ante-denuncia-de-mapuches-por-agresion http://www.anbariloche.com.ar/noticia/45113-multisectorial-califica-de-xenofobo-el-allanamiento-a-comunidad-mapuche Deseamos denunciar la GRAVEDAD de estos MENSAJES MEDIÁTICOS, que sustentados en FALACIAS LARGAMENTE REFUTADAS por el CONOCIMIENTO ACADÉMICO de VARIAS DÉCADAS en relación al tema (plasmado en un sinfín de investigaciones, publicaciones y documentos) POSEEN INTERESES POLÍTICOS Y ECONÓMICOS MUY CLAROS. Lejos de una pretendida “neutralidad” u “objetividad periodística”, el objetivo de estos discursos es deslegitimar al pueblo Mapuche y LIMITAR SU ACCESO A LOS DERECHOS PREVISTOS EN LA CONSTITUCIÓN NACIONAL, LAS PROVINCIALES, DEMÁS LEGISLACIONES VIGENTES, DESARROLLANDO PREJUICIOS que se expresan en muchos casos en ACTOS DISCRIMINATORIOS y hasta VIOLENTOS (como los descriptos). El propósito es muy claro: LA PRESENCIA Y LOS AVANCES DEL PUEBLO MAPUCHE SE CONVIERTEN EN UN “OBSTÁCULO” PARA INTERESES INMOBILIARIOS Y ESPECULATIVOS que tienen a este matutino como su principal (si bien no el único) vocero. Para adherir ingresar en este link: https://docs.google.com/forms/d/1_TT7J08kxmZN_0vrzru9gffORDc4hhtJjbFSF7u6RYQ/viewform?c=0&w=1&usp=mail_form_link

sábado, 11 de octubre de 2014

Elecciones en Bolivia 2014 SARELA PAZ

ELECCIONES PRESIDENCIALES EN BOLIVIA Y LOS RUMBOS DEL “PROCESO DE CAMBIO” Por: Sarela Paz El porcentaje alto y arrollador del Movimiento al Socialismo (MAS) bajo la jefatura del presidente Evo Morales que se pronostica venir para las elecciones presidenciales en Bolivia este 12 de octubre, deberá interpretarse en el marco de una construcción de alianzas y consolidación hegemónica de fuerzas políticas que expresan luchas y disputas por la consolidación y desarrollo de un capitalismo del siglo XXI en Bolivia. Esto supone, a contrapelo de lo que el discurso oficial dice de sí mismo, una agregación de intereses locales y regionales que compromete a sectores tradicionalmente dominantes de la sociedad boliviana (léase agroindustriales, mineros o corporaciones petroleras), con segmentos sociales emergentes, varios de ellos con fuerte enraizamiento étnico y con ambiciones de desarrollo que están más cercanas a las dinámicas del capital regional y mundial, antes que a visiones alternativas de desarrollo para Bolivia y América Latina. Asumámoslo, Evo Morales y la coalición social que él representa es la expresión política que renueva y produce nuevos elementos de legitimidad para que formas seculares de coacción económica en nuestro subcontinente, puedan reproducirse bajo ribetes “más populares” y “democráticos” que las antiguas formas políticas fundamentadas en autoritarismos y expresiones gamonales de la política Latinoamericana. La incorporación al poder de segmentos sociales emergentes con fuerte enraizamiento étnico, es lo que se destaca como renovación y como nuevos dispositivos de legitimación, por ello, difícil de desentrañar en sus lógicas y alianzas con el capital y un verdadero desafío al conocimiento por la compleja estructura de poder que produce. En esa línea es válido interrogarnos sobre ¿cómo se integró y articuló este nuevo diagrama de poder en Bolivia? puesto que ahondar en su respuesta nos da luces sobre la avalancha electoral del MAS y la coalición política que representa. Es innegable que la llegada de Evo Morales al gobierno el año 2005 fue posible por la conformación de un bloque popular de alianzas fundamentado en sectores núcleo de los pueblos indígenas (segmentos sociales con fuerte enraizamiento étnico) y sectores urbanos movilizados alrededor de demandas de los recursos naturales como riqueza que debe protegerse de la expoliación del capital. La primera gestión de gobierno supuso el desarrollo de una agenda política progresista y algunas veces en contra de los intereses del capital local y transnacional. Nacionalización de los hidrocarburos, Asamblea Constituyente, industrialización de los recursos naturales, reconducción comunitaria de la Ley de INRA (Instituto Nacional de Reforma Agraria), formaron parte de acciones políticas que daban la posibilidad de pensar un horizonte nuevo y alternativo en Bolivia. De ahí el gran enfrentamiento que se tuvo con los sectores agroindustriales del oriente boliviano. Dicho en clave política, con las formas gamonales de ejercer el poder y la economía. No obstante lo mencionado, la propia coalición popular contenía en su seno un conjunto de intereses y contradicciones que dieron lugar a luchas y disputas por la orientación del proceso. Como indicador de lo mencionado podemos destacar la participación orgánica de los cooperativistas mineros que en 2003 hicieron acuerdos con el MAS para llevar a Evo Morales a la presidencia, a cambio de ello impusieron una serie de demandas que hoy día se reflejan en la Ley de Minería y Metalurgia aprobada en mayo de este año. La mencionada ley es una apuesta por la minería privada y transnacional en detrimento de la tradicional minería estatal que tuvo Bolivia a través de la COMIBOL. Es también indicador de lo mencionado la orgánica participación del movimiento cocalero y colonizador de Bolivia (migrantes quechua y aymaras a la ceja de selva) que hoy se lo reconoce como intercultural. Este sector que vino a formar parte del núcleo indígena originario conocido como Pacto de Unidad durante la Asamblea Constituyente, mostró grandes diferencias respecto a la propiedad colectiva de la tierra, afianzando su interés hacia una forma individual de la gestión y propiedad de la tierra y procesos de mercantilización que se orientan hacia las dinámicas del capital. Sectores emergentes con fuerte enraizamiento étnico no solo son cooperativistas mineros y/o interculturales, sino también importantes sectores del comercio que vinculan a Bolivia con Asia y con mercados regionales no tradicionales como los aledaños a las fronteras bolivianas. Arica Iquique, en Chile, Tacna, Ilo, Arequipa, en Perú, poblados intermedios de los estados de Acre, Rondonia o Matto Grosso do Sur en Brasil, o poblados fronterizos a Yacuiba con Argentina, han producido una red de relaciones comerciales donde sectores aymaras procedentes de los departamentos de Oruro y La Paz, muestran una gran habilidad para manejar redes comerciales ligadas a la expansión comercial de Asia y China en Sudamérica. Por las características de sus intereses económicos estos sectores emergentes que ocupan filas importantes en el MAS, han visualizado la necesidad de cimentar una estructura de poder que les permita operar a lo largo del tiempo, con el MAS y más allá del MAS. En ese entendido, defensa de propiedad colectiva de la tierra, control productivo de la agroindustria y limitación al crecimiento de productos transgénicos, desarrollo de una minería estatal que pone límites a la privada, limitaciones comerciales con el fin de fortalecer la producción nacional agrícola o manufacturera, son puntos de una agenda que resultan distantes de las búsquedas que tienen como sectores emergentes en la nueva geometría de poder. Es acá donde podemos encontrar el clivaje de la coalición popular, el distanciamiento de agendas alternativas en desarrollo, la posibilidad de apostar por los Derechos de la Madre Tierra, y la necesidad, para sostenerse políticamente, de tranzar con sectores tradicionalmente dominantes en la sociedad boliviana y/o las corporaciones petroleras que tradicionalmente han actuado en nuestro país. La segunda gestión de gobierno de Evo Morales es el reflejo del resquebrajamiento de la coalición popular y el asenso de una nueva estructura de poder que tiene como epicentro una alianza y articulación entre: sectores agroindustriales del oriente boliviano, sectores petroleros y sectores emergentes que usan el enraizamiento étnico como un dispositivo de movilización política. Ciertamente, un contexto de tal naturaleza nos hace ver como irrelevante las acusaciones producidas por el discurso político oficial. Derecha versus proceso de cambio, oligarquías tradicionales versus “pueblo emergente”, socialismo versus capitalismo, resultan a la luz de un análisis de economía política no solo precarias sino hipócritas ante el proceso de DESARROLLO DEL CAPITALISMO DEL SIGLO XXI QUE ESTA VIVIENDO BOLIVIA. El MAS es su principal impulsor por las características de legitimación que logró construir al amalgamar, en el pasado, posiciones progresistas de sectores urbanos con demandas indígenas, una amalgama que produjo sismos en la estructura tradicional de poder. La amalgama discursiva fue productora de un gran campo de hegemonía para decir que se cambiaba lo que nunca se pretendió cambiar. Hoy día, determinados sectores tradicionalmente dominantes de la sociedad boliviana, han entendido que no es posible pensar una estructura institucional de poder estatal sin compartirla con los sectores emergentes de enraizamiento étnico, estos sectores encuentran en el MAS su mejor estrategia de poder. Similarmente, los sectores emergentes con enraizamiento étnico requieren, para estabilizar su llegada al poder, de alianzas, articulación y activación de dispositivos de poder de las élites tradicionales. Estamos hablando de un juego de alianzas políticas que ha desalojado las formas gamonales de ejercer el poder, pero no se ha distanciado de las estructuraciones seculares que comprometen a Bolivia y América Latina con el capital global. No nos distraigamos con discursos que dicen cambiar lo que no pretenden cambiar, la avalancha electoral que está pronosticada en Bolivia este 12 de octubre por parte del Movimiento al Socialismo, es una clara expresión de los nuevos diagramas de poder que requiere el capitalismo del siglo XXI y los desafíos que tiene, diagramas que suponen una renovación de aliados y ribetes populares para su legitimación.

sábado, 22 de febrero de 2014

Venezuela carta a P. Gonzales Casanova de José Angel Quintero

Carta al Maestro Pablo González Casanova: Los pueblos y comunidadessabemos que, o resistimos o morimos. José Ángel Quintero Weir “Ya no se quiere ocultar que la llamada izquierda institucional no es de izquierda, ahora se presenta como una virtud, de la misma forma que se anuncia un café descafeinado con la virtud de que no desvela y no sabe a café”. Sub-Comandante Insurgente Marcos. eir “Ni el centro ni la periferia”. Ponencia presentada en el Primer Coloquio Internacional “In Memoriam Andrés Aubry”. 13 al 17 de diciembre de 2007. Universidad de la Tierra. Chiapas. México. TaataArauraa-Watiyerari: (Nuestro viejo padre-maestro) Maestro, con todo el respeto, me dirijo ante usted precisamente, por el piso que sólo con su hacerusted ha levantado para que su palabra resulte erguida ante todos nosotros. Pero como sé que usted, para nada sabe quién es este impertinente que soy yo, que se atreve a erguir su palabra ante usted; debo decirle que:tanüliaJuseechonChinoquinterokai, taata te; aka, tapiniJoseAngelnüchon Julia Weir. Soy José el hijo del “Chino” Quintero, mi padre; pero también soy José Ángel, el su hijo de Julia Weir. Le escribo desde la región de Suliaakarü, woummain, wo’uleeañunmmokartükaroorakarkeetüayounaMarakaayayujapini Lago de Maracaibo, outamusíatümmainwayuukana; esto es, le hablo desde la región del Zulia, nuestro territorio, donde emergimos los añuu en el gran lago de los espejos que los criollos de Maracaibo nombran Lago de Maracaibo, pero también es tierra de los wayuu. Nnawawenesolaran. Nojotsüalijunakan. Añuunwe, wayuu waya, wayuukana, añunwekan. No somos venezolanos, somos añuu, somos wayuu. Pero ningún criollo, así sea Presidente de la República, es más venezolano que nosotros. Sin embargo, no lo somos, y, por eso, hoy, igualito que en tiempos que a nuestro territorio llegaron los alemanes, porque (esto lo aprendimos o descubrimos, precisamente, estando en México, nuestro territorio (Suliaakarü), fue entregado como si de ellos fuera, por los reyes de España a unos banqueros alemanes en pago de las deudas que las expediciones de Colón, Cortés y demás conquistadores de esto que llaman América Latina, habían generado a la corona. Yo les cuento eso a mis hermanos y ellos se asombran, y, hasta se ríen, porque dicen: ¿Cómo es eso que esos reyes que nunca vimos entregaron nuestras tierras sin quenuestros abuelos nunca se enteraran?WoummainWou’lee, ¿ama namüreinaikawawinkanwa?Nuestro territorio es el lugar donde emergemos, ¿cómo ellos pueden vender nuestras aguas? Ellos ríen al escuchar mis cuentos de lo que aprendí en México. Hoy ya no ríen; de hecho, ya nadie ríe, porque sabemos, que la muerte ronda nuestro hombro izquierdo y es poco el tiempo que nos queda antes que nos toque. Precisamente, por eso, me he atrevido a escribirle a usted esta carta. En eso que llaman (Estado-nacional) Venezuela, los pueblos llamados por los blancos: indígenas, pero que cada uno de ellos sabe autodenominarse y definirse y, que son unos 34 pueblos pero que, todos sumados, no alcanzamos el 10 % de la población nacional (cosa muy importante para todos los blancos o criollos que ya desde la derecha o de la izquierda, justifican la necesidad de nuestra muerte), somos la minoría entre las mayorías pobres. En esto que llaman Venezuela, nuestros abuelos waraurakanparaañunkan, watuchaakana, nuestros ancestros, nuestros más antiguos abuelitos, nunca tuvieron la necesidad de hacer grandes monumentos, ni pirámides, ni grandes construcciones porque, a fin de cuentas, la tierra de la selva es tan suave y tierna que cualquier construcción de esas destrozaría su cuerpo y, por eso, por saber de la eterna juventud del suelo de la selva que nunca levantamos nada que la misma selva no pudiera consumir luego luego. Sin embargo, no es eso lo que dijeron los blancos europeos y, por eso, sólo indios fueron los Mayas, los Aztecas y los Incas y, según este parecer, lo único que de ellos quedan son las ruinas de un pasado que, hoy por hoy, sirve al negocio de los Walt Mart para turistas, pues, en todo caso, “los indios que inventaron tales ruinas ya no existen”, “son pasado”. Pero si estos grandes constructores de grandes arquitecturas desparecieron, nosotros, los que nunca construimos nada que se le parezca, no sólo desparecimos por no hacerlas, sino por constituir una aberración, aún en tiempos de los Incas, los Aztecas y los Mayas. Claro, este es el parecer de los blancos europeos que llegaron en 1492. La cosa,TaataPablochaa, es que esta idea perdura y, no sólo la sostienen los llamados “derechistas neoliberales” sino los llamados de la “izquierda” y, más exactamente, de los llamados “gobiernos progresistas”. Sólo por eso le escribo, porque en fin y, para no hacer larga esta única y definitiva comunicación; sobre todo, porque presentimos que ya no hay tiempo, por lo menos, no para nosotros, le escribo porque vi su firma en un comunicado en defensa del Estado-gobierno venezolano y de Nicolás Maduro como heredero del trono dejado por Chávez. De antemano, le aclaro, esta carta no es una crítica hacia usted ni a ninguno de los que para nosotros importan en esas firmas, es decir: la suya, la de Carlos Walter y la de Raúl Zibechi los otros, no es que no nos importen, pero no tenemos tiempo para convencerles, pues, este tiempo es nuestro tiempo de defender lo poco que nos queda, o, lo que nos han dejado. No voy a atosigarlo con datos, cifras o estadísticas (lo que siempre me exigen, aún aquellos que hablan de otra “ciencia”), es decir, si hablo de muertos, ellos me exigen nombres y apellidos y direcciones para poder creerme, pero yo no puedo hacer eso porque cuando un wayuu, un añuu o un bari muere, su nombre no se pronuncia nunca más, pues, el sólo nombrarlo implica que su espíritu se confunde, pues, el muerto puede llegar a creer que aún está entre los vivos y, confundido, puede decidir quedarse entre nosotros, lo que lo convierte en un peligro, sobre todo, para los niños inocentes que, por eso, pueden ser víctimas del vaho del espíritu del muerto que, aún sin querer, los enferma y hasta lo mata. Pero los criollos insisten en el “dato concreto”, la “cifra real”, la “encuesta oficial”, y, esto no sólo lo hace la derecha sino la izquierda, pues, a fin de cuentas, para ambos sólo somos la representación de aquello que, usted, Taata, nos enseñó debía ser llamado “colonialismo interno” y este colonialismo interno, quiéralo usted o no, hoy no tiene ideología. En todo caso, no pretendemos reclamarle si usted apoya a Maduro para que se eternice en el gobierno de esto que los criollos llaman Venezuela y que nosotros llamamos Karooralee, la gente de las flechas llama WarairaRepano, la gente de las canoas llama Odosha y, en fin, cada uno de nuestros pueblos le dio un nombre de acuerdo a eso que los criollos dicen son nuestras “creencias”, pero que, esto también lo aprendimos en México leyendo a un señor muy blanco llamado Luis Villoro, y nos pareció bien contárselo a nuestros hermanos aquí y a ellos les pareció parejo. En fin y de última cuenta, lo que queremos decirle es que, por favor, si quieren apoyar al gobierno que sea con su firma, pues, nadie se lo impide, pero sepa que ese mismo gobierno que supuestamente enfrenta una agresión imperialista, nos está matando de hambre en la Guajira, en la Laguna de Sinamaica, que mis hermanos que antes salían a pescar ya no pueden hacerlo porque en ese lago que los llamados venezolanos señalan como suyo y lo convirtieron en símbolo de riqueza porque de allí, por más de un siglo, ha salido todo el dinero con el que se han enriquecido los más viles detentadores del poder del Estado-gobierno de esto que ustedes conocen como Venezuela (incluyendo a Chávez y a su familia y sus seguidores más cercanos, hoy, sus herederos). Pero los añuu, sus milenarios habitantes, esos que vio Américo Vespucci en su cartográfico recorrido por las tierras conquistadas por los reyes católicos de España y que por sus palafitos pensó en una Venecia muy pobre, humilde, poblada por gente que en su lengua no tenía, ni siquiera,una palabra para designar el significado de enemigoy que hemos tenido que crear muy recientemente. Quiero explicarme para que me entienda, y, por favor, no nos meta en el saco del lenguaje oficial del gobierno: “fascistas”, “escuálidos”, “financiados por el imperialismo”, y cualquier otro reduccionismo que todos los funcionarios oficiales o aspirantes a funcionarios de esto que llaman “revolución bolivariana” repiten sin saciedad para no escuchar, para no ver, para justificar crímenes de jóvenes que, no por pensar diferente puede justificarse su asesinato ejercido por grupos que cuentan con todo el poder y la impunidad del estado-gobierno. Esto lo decimos, no sólo en nombre de todos los yukpa familiares de Sabino Romero asesinados por fantasmas que todo el mundo saben que están vinculados al Estado-gobierno bolivariano; no sólo en nombre de los pemones asesinados por supuestos garimpeiros que pagan sus atrocidades con los indígenas a los mandos militares del Ejército y la Guardia Nacional Bolivariana; o más recientemente, los crímenes que un mando militar (no me pregunte si es general o coronel porque no sabría cómo responderle, lo que sí sé es que todos los wayuu desde el río Limón hasta Puerto Estrella, en la Guajira Colombiana, lo señalan como “el quema camiones”, “el yoluja” porque tiene pactos con los espíritus más malignos, el “asesino de unos 25 wayuu”, el que tortura a un wayuu para que denuncie a otro y lleva la lista de los que han denunciado a otros en la tortura para pasarle los nombres de los “denunciantes” a la familia de los denunciados (algunos de ellos asesinados), para cuando, dice riendo: “cuando yo me vaya de aquí se mataran entre ustedes solitos”. He allí, el militar revolucionario representante de la revolución bolivariana en La Guajira. Pero, dirá usted, ¿cómo es eso?, si ese es el Ejercito Bolivariano proclamado por Chávez, y Chávez es Fidel y Fidel es la revolución y la revolución es libertad y la libertad es…? Lo único que yo le puedo decir, sabiendo que al momento de usted investigar quién carajos es este tipo que se atreve a escribirle sin conocerle, deberá buscar a Ana Esther Ceceña y ella le dirá que yo provengo de las FALN, comandadas por Douglas Bravo y, Douglas Bravo es Douglas Bravo, esto es: para el Estado-gobierno chavista y sus beneficiados, Douglas es un utopista, loco, ya muy viejo y por eso, no hay que hacerle caso. Yo, quien le escribe, José Ángel Quintero Weir, no voy a negar nunca mi pasado, y, mucho menos mi pasado con Douglas Bravo, pues, ciertamente fui militante de las FALN, pero por encima de todo, soy Juseechon “Chinoquintero” wayuukai, soy el hijo del wayuu “Chino Quintero”y, desde ese pueblo le hablo, y le digo: Hoy, por hoy, el pueblo wayuu está siendo criminalizado y asesinado por las fuerzas del Estado-gobierno de Nicolás Maduro, el responsable directo es un oficial que llaman Ramón Romero Bolívar, un militar que según él mismo dice a voz en cuello, ha sido designado por Diosdado y Maduro a cargo del puesto de toda la Guajira Venezolana con sede en la población de Cojoropara acabar con todos los wayuu “contrabandistas” y “apátridas”. Cumpliendo este cometido, hace más de tres meses que el gobierno de la “revolución” ha prohibido que nuestras familias transporten alimentos desde Maracaibopara sus familiares, representantes permanentes en nuestros territorios ancestrales, orden que este oficial cumple tan a cabalidad, que ha llegado a asesinar en la Guajira venezolana, según testimonio de los hermanos, cerca de 25 wayuu entre jóvenes, niños y ancianos. Hoy, hay una crisis económica, política y social en este país que todos ustedes conocen como Venezuela que, por cierto, no hemos generado nosotros, pues, no fuimos nosotros los que dilapidamos la mayor cantidad de dinero que Estado-nacional alguno haya recibido en cualquier momento histórico, pero que por desconocer a las comunidades, para someterlas a su control político-clientelar y para simple y vulgar enriquecimiento sin importar nada, aunque en el discurso se mencione siempre palabras como: “izquierda”, “revolución”, “patria” entre otras favoritas a los discursos de los más conspicuos representantes de este desastre que llaman “revolución bolivariana”. El hecho es que, hasta donde yo sepa, no ha habido en América Latina un gobierno con el poder económico y político, especialmente por su apoyo popular, que el gobierno de esto que ustedes llaman “revolución bolivariana”. Recientemente, nada menos que el Ministro de Energía y Petróleo, que también es el Presidente de la Estatal Petrolera, pero que también es el Presidente del Gabinete Económico (Chale, dígame Taata, ¿quién en la dictadura perfecta del PRI llegó a ocupar tanto poder?, que no fuera, aunque sea de palabra, cuestionado)., ha declarado al Ex-Vicepresidente, Exministro de Defensa y, periodista, José Vicente Rangel, que durante los últimos 15 años se han dilapidado unos 50 mil millones de dólares (esto es, el doble de las reservas internacionales de esto que ustedes llaman Venezuela), y, al preguntarle el ahora periodista, pero antes Exministro de Defensa y Expresidente de la República, cómo fue que se perdió esa cantidad de dinero, el administrador de esos mismos recursos le responde con su cara muy bien lavada: “Es que nunca se planificó nada. Nunca hubo planificación, de hecho, no es posible un ejercicio contable de lo gastado”. Hoy mismo, hay un gran debate en México en contra de la “privatización de PEMEX” propiciada por el gobierno de vuelta del PRI; sin embargo le informo Taata, que eso ocurrió aquí en esto que ustedes llaman Venezuela hace rato, y, nada menos que contando con la rúbrica de Chávez de por medio y en función de las mismas transnacionales: Chevron-Texaco (justo después que acusó a Bush que yedía a infierno), la Repsol, y, debemos agregar, en homenaje a eso que el mismo Chávez llamó “la multipolaridad del poder”, a los Chinos y a las “mafias rusas” en la distribución de lotes en la llamada Faja Bituminosa del Orinoco que ahora Maduro pretende rebautizar como Faja Petrolera Hugo Chávez pero que siempre ha sido territorio Ye’kuana y su nombre verdadero es Anawanadi. ¿Cuál cree usted Taata debe ser el nombre que nosotros debemos aceptar? Pero no quiero que esta única y definitiva comunicación que me atreveré hacerle llegar sea tan larga, pues, lo que en verdad quiero es contarle esta historia: Todos en el mundo creen que esto que todos llaman Venezuela es y existe porque no es nada más que petróleo y mises bellas (bueno, lo de mises bellas parece ser algo que el gobierno de Maduro está dispuesto a acabar, pues, siguiendo sus órdenes, el Gobernador Ameliach de un estado que llaman Carabobo pidió a los “colectivos revolucionarios” (especies de macheteros de Manuel Noriega, o TountontsMacoutes de Duvalier, pero motorizados),asistir a la marcha de la oposición “escuálida”, “fascista” y “preparada militarmente por el imperialismo norteamericano” a accionar lo que él consideraba “un contrataque fulminante”. La verdad, los colectivos le hicieron caso, fueron a la marcha de los opositores convocados por la oposición tradicional, con banderitas de esto que ustedes llaman Venezuela, y, los “épicos revolucionarios dispararon exactamente a una Mis Turismo y le metieron dos plomos en la cabeza y, en heroica acción, lograron matarla: ¡Viva La Revolución! ¡La revolución ha triunfado! ¡Mataron a una Miss!, desarmada. Le aseguroTaata que esta será la noticia que usted verá durante meses en los medios, incluyendo a La Jornada, pero usted nunca verá, leerá o tendrá noticias de que en La Guajira venezolana nosotros estamos batallando con el Ejército bolivariano, la Guardia Nacional bolivariana, aún a sangre y fuego, por alimentar a nuestros viejos y niños en La Guajira. Estoy seguro que de eso no le habló el que le pidiósu firma en apoyo a un gobierno que está siendo amenazado terriblemente por el fascismo de una Mis Turismo y fue por eso que, hoy, acaba de ser declarada muerta con dos disparos en la cabeza. Imagino que al autor de los disparos le darán el Premio Libertadoral pensamiento crítico, pues el General, Comandante, teniente o no sé qué cosa sea, Ramón Romero Bolívar lleva, según los testimonios wayuu, cerca de 25 wayuu asesinados, muchos camiones y casas de paja wayuu incendiadas, y, “por ahora”, no ha sido condecorado; por lo menos, no públicamente.Perdone el sarcasmo, pero no tengo otra forma de expresarle que esto por lo que usted está exponiendo su piso histórico, apesta. Pero no le escribimos para reclamarle nada, sino, por el contrario, para proponerle otro camino: el de nuestras comunidades. En este sentido, sólo le pedimos que solicite a los mismos que le pidieron apoyar al Estado-gobierno revolucionario de Nicolás Maduro en contra de la intromisión fascista del imperialismo norteamericano que, por favor: 1) Que públicamente Maduro ordene la liquidación de las concesiones minero-carboníferas otorgadas a los Chinos en pago de la multimillonaria deuda que Chávez (no Maduro) adquirió con este nuevo imperio; 2) que Maduro ordene la liquidación de toda concesión a los brasileños (vía Odebrecht) para explotar el coltan en el territorio de los barí y los yukpa en la Sierra de Perijá; 3) que Maduro, amenazado por el fascismo imperialista norteamericano derogue todas las concesiones mineras a empresas francesas, irlandesas, inglesas, rusas, bielorusas, chinas y, por supuesto, norteamericanas (especialmente las otorgadas a la familia Bush), en la faja bituminosa del Orinoco, el estado Bolívar y la Amazonía venezolana. Esto lo exigió nuestro siempre querido hermano Carlos Walter Porto-Gonçalves antes de firmar el documento redactado por lo que nosotros aquí llamamos: la Corporación de Turismo Intelectual de Izquierda perteneciente al Ministerio del Poder Popular de “Cogidos a Lazo”. Vuelva a perdonarme el sarcasmo, sobre todo, porque está dirigido no a usted, sino a los burócratas que se presentan como intelectuales de izquierda que dirigen esa instancia con presupuestos que ningún hospital en Venezuela maneja. Ahora que, la historia que quería contarle es que, milenariamente, siempre hemos sabido de la existencia de eso que tan valioso es para los gobiernos de derecha o de izquierda en esto que ustedes llaman Venezuela: el petróleo. Nosotros siempre le hemos llamadoMmeene, los barí le llaman Ñankúa. Nosotros lo usábamos para calafatear nuestras embarcaciones o para iluminar nuestros caseríos. Los barí, nunca lo tocaban, porque saben que se trata de seres que sólo salen en la noche y tienen su propia energía, capaz de liquidar a un hombre con su singular explosión. El hecho es que, los más grandes yacimientos de Mmeene están en el fondo del Lago, nuestro territorio, y, una vez descubiertos en el siglo XIX, fuimos expropiados por el Estado, pues, éste entregó las aguas a la Creole PetroleumCorporation y a la Royal Ducht Shell. Nuestros espacios de pesca se fueron reduciendo; sin embargo, podíamos pescar en otros lugares. Luego el mismo Estado-gobierno, en los años 70 del siglo XX, creo la Petroquímica a orillas de nuestro lago territorial, y, por supuesto, no sólo perdimos ese espacio para pescar sino que, desde entonces, 5 de cada mil niños de nuestras familias habitantes de las orillas del Lago de Maracaibo,nacen sin cerebro. Finalmente, Taata, en los años ochenta el Estado-gobierno decidió explotar minas de carbón con lo que llaman “tecnología de minas a cielo abierto” en las cabeceras del río que los criollos llaman río Limón pero que tanto wayuu como añuu llamamos: Wasaalee (el lugar donde bebemos), y, de los añuu ya no queda nada, no hay peces que pescar, no hay cangrejas ni camarones, no hay yaguasas que cazar en tiempo de verano; en fin, nos quitaron todo: unos en nombre de la democracia, los de hoy, en nombre de la revolución, pero parece no importar, pues, a fin de cuentas los muertos son unos pinches indios. De hecho, esto también lo aprendí en México porque, esto fue lo que me dijo nada menos que la entonces coordinadora del Posgrado en Estudios Latinoamericanos de la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM, digo su nombre para que no se olvide que nosotros no olvidamos: Norma de Los Ríos. Hoy, me dicen que tiene gran importancia académica en la UNAM, pues, esta señora, cuando le pregunté si en verdad sabía lo que valía un barril de petróleo para los pueblos afectados, como mi pueblo añuu, ella, sin respuesta posible, me dijo tajante: ¡Pues que importa, lo importante es que Cuba viva con el petróleo venezolano! Lo que ella no sabe (tampoco los cubanos), es que cada barril de petróleo que sale de las aguas del Lago de Maracaibo es sangre que sacan de nuestras venas, matándonos. Pero, eso no importa, somos indios, qué importa quenuestras venas sigan abiertas si es la revolución cubana la que logra sobrevivir. Finalmente, Taata, sólo queremos que nos escuche, que nos ayude. Si nuestra palabra en algún momento le resulta ofensiva, le juramos que no es a usted a quien pretendemos ofender (si es que lo hemos hecho), pues, por el contrario, si alguien nos enseñó a que los colonialistas no se habían ido y que se habían multiplicado luego de la independencia fue usted; pero no podemos dejar de ser, por lo menos, sarcásticos, con quienes todos los días nos matan y, al mismo tiempo, hacen actos televisados en nuestro honor; ponen a algunos de nosotros a disfrazarse como “indios” y nos muestran como vitrinas para que todos se sientan felices. Eso, en verdad, nos molesta y nos inquieta que un taataaraura como usted (el más sabio por su edad), no pueda vernos, no pueda escucharnos, ni siquiera sentirnos en nuestra muerte, sólo porque otros hablan por nosotros. Taataaraura-watiyerari, aunque no esté de acuerdo con todo lo que le he dicho en nombre de mi pueblo, le pido, por lo menos, acuse recibo de nuestra palabra, pues, a fin de cuentas, nos quiera o no, nos escuche o no, siempre le respetaremos como un ayounaque dijo una palabra:“colonialismo interno”, que no dejaremos nunca de tomar como si nosotros mismos la hubiéramos inventado para explicar nuestra desgracia y nuestra condena en manos de lo que los ayouna de “derecha” y de “izquierda” siempre nos aplican, sin juicio, sin tribunal, sin derecho a la defensa, pues, ¿a quien le importan unos indios que desaparecen si lo que se pretende aparezca es, nada menos que la “revolución”?. Taata, no creemos que usted piense así, por eso nos atrevemos a escribirle. Un abrazototote José Angel Quintero Weir.

jueves, 2 de enero de 2014

El país / Edición Impresa en CRITICA Viejos y nuevos pensamientos emancipadores en América Latina Norma Giarracca* 18 de enero de 2009. Hace unas semanas fueron recordados los 50 años de la Revolución Cubana y simultáneamente en México se llevó a cabo el Festival internacional de las Dignas Rabias con el que el EZLN (Ejército Zapatista de Liberación Nacional) le recordó al mundo sus primeros 15 años de una nueva forma de pensar la política. Esos dos acontecimientos invitan a reflexionar acerca de lo que se entiende en estos tiempos por políticas emancipatorias. Una simple definición sostiene que son aquellas políticas capaces de transformar una gramática de poder que se considera injusta y opresora. A esa política hace unos años se la llamaba “socialismo”. Después de Rusia, Rumania, China y, como veremos en gran medida, Cuba, ¿se la puede seguir llamando así? Cuba sigue considerándose orgullosamente socialista aún después de que parte del mundo dejó de serlo. Su proceso socialista durante estos 50 años fue muy complejo, sobre todo después del bloqueo económico que le impuso su vecino cercano, Estados Unidos. Por eso es complicado evaluar los difíciles momentos por los que atravesó el pueblo cubano en estos años y las decisiones que el Estado del partido único tomó en cada momento. A mi juicio existen muchas cosas que valorar como superadoras del orden muy injusto y opresor que fue la Cuba del dictador Fulgencio Batista. Esos logros son incuestionables, pero la crítica que propongo reside en declarar la emancipación (declararse “socialista”) generando un cambio dentro del mismo modelo del capitalismo/moderno/colonial. La organización económica que adoptó Cuba fue de capitalismo de Estado, es decir siguió la “rueda de la fortuna” del desarrollo económico occidental con la tecnociencia, la educación, la salud, la estructura militar a su servicio. Crecimiento y desarrollo como cualquier capitalismo o socialismo del siglo XX con el enclave, después de un cierto tiempo, del capitalismo de mercado turístico europeo y la dolarización de su economía. En Cuba, la modalidad productiva, la organización del trabajo y los medios de producción, las relaciones laborales, la jerarquización y división del trabajo siguieron como en cualquier capitalismo pero en manos del Estado o de esa burocracia que reemplazó a los burgueses capitalistas. Esta decisión, a mi juicio, tuvo terribles consecuencias. En primer lugar el menosprecio a sus propios bienes naturales y potencial humano; no diversificó su agricultura, no pensó en términos de soberanía alimentaria (en la actualidad importa la mayoría de los alimentos que necesita y construye su “agronegocio estatal”). Cuba, como Rusia, tuvo vocación industrialista y fue capitalista al margen de quienes controlaron los medios de producción. Esta decisión llevó a que los cubanos trabajaran en forma asalariada sin que tuvieran los supuestos beneficios de sus colegas en el capitalismo de mercado. De este modo comenzaron a desear todo aquello que en los otros países se podía adquirir con el salario: pantalones jeans, gomas de mascar, cosméticos y luego dólares, electrodomésticos, etcétera. Sumemos graves errores como la falta de libertades, el fusilamiento como dispositivo para resolver disidencias y el personalismo. Cuba podría haber sido un campo de experimentación político porque sus revolucionarios fueron muchachos latinoamericanos buscando justicia y libertad que el régimen corrupto de Batista les negaba. El problema es que fueron muchachos “modernos”, educados en universidades europeizadas que recurrieron a las recetas que les garantizaran el famoso progreso: el “socialismo” modernizador. Sin embargo, las cosas hubiesen podido ser distintas; a modo de ejercicio utópico (como alguna vez hizo Alexander Chayanov para su Rusia) imaginemos que Cuba hubiera podido lograr una vida sencilla y equitativa, con alimentación propia de su importante sector campesino, poniendo en juego la gran creatividad y alegría para construir un buen vivir de hombres y mujeres libres e iguales. Hubiese podido formar ingenieros agrónomos, químicos y biólogos en función de una ciencia y técnica al servicio del hombre/mujer, un modo de producir mercancías superador de las formas asalariadas, una manera de conectarse con la tierra, con el mar, con su diversidad diferente a la de los “capitalismos modernizadores”. Pero eligió este camino, como antes lo había hecho Rusia olvidando su estirpe eslava, y de ese modo le dieron al socialismo el sentido que hoy tiene. Otros pensamientos políticos recorren los territorios y vienen de los mundos indígenas latinoamericanos pero, a mi juicio, tienen resonancias con los pensamientos de los populistas de la Rusia del siglo XIX, con los anarquistas españoles que hicieron su experiencia en Barcelona o Aragón en 1936, o con los primeros zapatistas de 1910 en México que se opusieron a coparticipar en el Estado. Las propuestas de la insubordinación creativa; la construcción de un mundo a distancia del Estado; el mandar obedeciendo; la autonomía en muchos y diversos niveles; la presencia activa de mujeres, muchas mujeres, con sus rebeldías que son múltiples y densas; aquel grito de “tierra y libertad”; la desobediencia civil, las opciones decoloniales. Nuevos sentidos que nos hablan de otro modo de pensar la política. Es la política sin víctimas a ser representadas; que no demanda al Estado sino que hace aquí y ahora con los recursos que la rodean; la política que se reapropia y cuida de los territorios y sus riquezas, los utiliza en armonía con los bienes comunes. Es la política que reconoce despojados y desterrados en estas matrices coloniales de ayer y de siempre y asume el desafío de pensar en “proporcionalidades” (como se dijo en estos días en Chiapas) y “convivencialidades” (otras relaciones entre los seres y con la técnica). El sentido de esa política recorre muchos movimientos sociales de casi toda América Latina, su forma organizativa es “la asamblea” (de hombres/mujeres iguales y libres). A veces insiste en seguir llamándose a sí misma “socialismo” (por la fuerza de la costumbre), pero muchas otras acepta los desafíos de realizar el “funeral del socialismo” y sin invocar nombres se presenta como la política de un silencio, de un puro construir “otros”. Si Cuba es el paradigma de los viejos pensamientos de izquierda, Chiapas lo es de los nuevos. En la “Digna Rabia” hubo de todo, de lo viejo y de lo nuevo, como suele pasar en los tiempos de pasajes, de transiciones. Pero los jóvenes de todo el mundo ya no van a Cuba, suelen ir a Chiapas como hicieron los jóvenes griegos en esta ocasión. *Socióloga, Instituto Gino Germani, UBA.

martes, 23 de julio de 2013

Opciones decoloniales y liberalismo

La Plurinacionalidad del Estado y las aporías del liberalismo Pablo Dávalos La revista ecuatoriana Opción Socialista, en su edición de los meses de mayo, junio y julio de 2013, ha publicado un Dossier sobre la plurinacionalidad del Estado en el Ecuador. En este dossier constan, entre otros, dos textos que, por la importancia y las consecuencias que tienen quizá sea conveniente analizarlos y referirlos a un debate más amplio: “Plurinacionalidad vs Interculturalidad” de Enrique Ayala Mora, y “Un Estado Plurinacional sin proyecto pero con opciones” de Jorge León Trujillo. Ahora bien, la primera sensación con respecto a estos textos es una especie de déjà vu. En efecto, este debate, al menos en los términos que han sido planteados por los autores citados, recorrió toda la década de los años noventa y tuvo su epítome en los años 2007 y 2008 cuando se estaba discutiendo en Ecuador sobre el carácter del Estado en la Asamblea Constituyente de Montecristi. En esa oportunidad, el movimiento indígena ecuatoriano y algunos teóricos, entre ellos Boaventura de Souza Santos y Catherine Walsh, aclararon lo que significaba la plurinacionalidad y la interculturalidad. Demostraron que esos conceptos nunca eran opuestos sino complementarios y que, de alguna manera, formaban parte de la propuesta teórica y política de las teorías de la decolonialidad y de la filosofía de la liberación en Abya Yala (América Latina). El entonces relator de Naciones Unidas para los pueblos indígenas, James Anaya, explicó a la Asamblea Constituyente ecuatoriana sobre los derechos de los pueblos indígenas y el Estado Plurinacional indicando que en el año 2007 la Asamblea General de Naciones Unidas, con el voto favorable de Ecuador, había reconocido y aprobado derechos para los pueblos indígenas que estaban en la línea de la plurinacionalidad del Estado. En esa coyuntura, el debate fue intenso y, en ocasiones, acre y a punto de la ruptura sobre todo con las corrientes liberales que veían en la plurinacionalidad un peligro de fraccionamiento del Estado-nación. Finalmente, el movimiento indígena pudo posicionar sus tesis y la Asamblea Constituyente declaró al Ecuador como Estado Plurinacional e Intercultural. Por ello, llama la atención que en el año 2013, cuando la coyuntura política ecuatoriana se tensa y se comprueba que el gobierno de Alianza País ha creado un sistema político que le permite consolidar, por vez primera al menos desde el retorno a la democracia en 1979, una hegemonía absoluta con una deriva autoritaria y protofascista, nuevamente surja este debate y desde las filas de una revista que tiene la pretensión de inscribirse al interior del pensamiento de la izquierda y del socialismo. La cuestión que inmediatamente se suscita es ¿cuál es la pretensión política al confrontar la plurinacionalidad con la interculturalidad en un contexto político tan conflictivo y en plena intensificación de las dinámicas extractivas? La segunda sensación que deja la lectura de estos textos es la insuficiencia teórica y reflexiva, en ambos autores, de remitir el debate de la plurinacionalidad a su territorio epistemológico natural, aquel de la teoría decolonial, la filosofía de la liberación y las ontologías políticas de la diferencia radical y que están relacionadas con el pensamiento propio indígena y su proyecto político. El concepto de la plurinacionalidad del Estado es demasiado complejo como para ser parte de un tratamiento tan superficial y pragmático, un tratamiento que, además, corre el riesgo de banalizarlo. El problema real de la plurinacionalidad del Estado no está en las formas institucionales que puede adquirir la plurinacionalidad en el caso del Ecuador y de Bolivia y sus posibles arreglos y acuerdos jurídicos y procedimentales con toda la importancia que pudieran tener. Cuando se menciona y se debate la plurinacionalidad del Estado aquello que está en juego es la pertinencia y régimen de verdad que sustenta una de las categorías centrales del liberalismo: el Estado-Nación, y esta categoría remite a la narración más fuerte que la burguesía ha creado para legitimarse históricamente, aquella de la modernidad. El debate sobre el Estado Plurinacional es, por definición, un debate sobre los límites y alcances de la modernidad y sus posibilidades de regulación y emancipación. Por ello, llama la atención el hecho que ambos autores omitan este debate, lo pasen por alto y no le otorguen ninguna importancia para su argumentación. Si soslayan el debate sobre la modernidad, entonces ¿cómo comprender el núcleo duro que sustenta las propuestas del Estado Plurinacional? ¿Cómo comprender el alcance de la interculturalidad y su relación con la Plurinacionalidad? ¿sobre qué piso teórico se pueden confrontarlas o armonizarlas? En el caso de Enrique Ayala Mora, rector, además, de la sede ecuatoriana de la Universidad Andina Simón Bolívar, y miembro importante del Partido Socialista Ecuatoriano, contrapone en su artículo las contradicciones de clase a la identidad étnica pensando que el Estado Plurinacional es una reivindicación etnicista que poco o nada tiene que ver con las contradicciones de clase y, de esta forma, clausura una rica herencia de la izquierda ecuatoriana y latinoamericana de trabajo comunitario e indígena tanto teórico como político, que en el caso ecuatoriano tiene en Ricardo Paredes y en Agustín Cueva sus puntos importantes, y en el caso latinoamericano están, por supuesto, José Carlos Mariátegui y Aníbal Quijano. De hecho, el movimiento indígena ecuatoriano y latinoamericano, nunca ha soslayado las contradicciones de clase en su lucha por las reivindicaciones identitarias. Desde una pretendida posición de un socialismo más bien decimonónico, Ayala Mora, plantea una discusión con el estatuto de plurinacionalidad del Estado desde una visión, paradójicamente para él, no socialista, sino liberal. En efecto, es el liberalismo el que niega las condiciones de posibilidad a toda diversidad humana para constituirse como “nacionalidad” porque este estatuto altera una de las figuras más caras del liberalismo, aquella del Estado-nación. Es desde el liberalismo que los indígenas han sido acusados de “etno-centristas”. Es también una visión liberal la que acusa de corporativismo al movimiento indígena porque plantea que los indígenas apelan a un estatuto de diferencias desde una reivindicación histórica y ancestral que intenta fracturar radicalmente la unidad jurídica de la ciudadanía y del contrato social. Asimismo, Ayala Mora sitúa su crítica a la plurinacionalidad del Estado desde la trama epistemológica del multiculturalismo; sin embargo, el multiculturalismo siempre fue denunciado por ser parte de una estrategia neoliberal de incluir las diferencias al interior de la globalización y el mercado. No solo eso, sino que en el texto de Ayala Mora, hay frases muy reveladoras de su ideología, como ésta: “Pero, justo es reconocerlo, el etnocentrismo no es mayoritario. Los indígenas ecuatorianos aman al país; se sienten parte de él.” (loc. cit. pp. 28). La visión liberal de Ayala Mora llega, además, a contraponer la interculturalidad a la plurinacionalidad, pero la interculturalidad a la que hace referencia no es el discurso fuerte que contrapone a la formación discursiva del poder un saber contrahegemónico obligándolo a lo que Boaventura de Souza Santos llama un “diálogo de saberes” o fracturando aquello que Edgardo Lander y Santiago Castro-Gómez denominan la “geopolítica del conocimiento”, sino una especie de visión liberal de la interculturalidad en su versión multicultural que, en realidad, encubre una maniobra política, aquella de poner al movimiento indígena en contra de sí mismo. El caso de Jorge León Trujillo también es sintomático en ese sentido porque confunde los derechos colectivos con el Estado Plurinacional y, lo que es más grave, no se da cuenta que con la declaración de Estado de derechos y justicia para el Estado ecuatoriano, conforme al Art. 1 de la Constitución Política de 2008, los derechos colectivos no existen como derechos diferenciados. La visión de Jorge León Trujillo recuerda mucho aquella propuesta de la plurinacionalidad que tenía el Banco Mundial y la cooperación internacional al desarrollo, es decir, una visión instrumentalista, pragmática y estratégica, que veía en la plurinacionalidad solamente una dimensión acotada de autonomía de los gobiernos locales en el manejo territorial al interior de la división política del Estado, sin cambiar para nada las relaciones de poder que definen y estructuran al Estado y sus discursos. La apelación a las circunscripciones territoriales, a las que hace referencia León Trujillo, no topan el núcleo central y es aquel de la soberanía sobre los territorios y sus recursos que reclaman los pueblos indígenas no para explotarlos sino para integrarlos en su cosmovisión a la que han dado el nombre de Sumak kawsay para el caso ecuatoriano, y Suma Qamaña para el caso boliviano. Ahora bien, más allá de señalar los límites teóricos de estos textos y su probable conversión en posteriores dispositivos políticos que servirán como argumentos para desarmar la capacidad política de movilización del movimiento indígena, sobre todo en su defensa de los territorios en contra de la violencia extractiva, quizá sea conveniente retomar el debate sobre lo que significa la plurinacionalidad del Estado, al momento una de las categorías políticas más complejas creada desde la praxis política del movimiento indígena ecuatoriano y también boliviano y que ahora ha sido recogida por la mayor parte de movimientos indígenas del Abya Yala (América Latina). Por ello, y aprovechando la oportunidad que brindan los dos textos antes señalados, quizá sea conveniente devolver nuevamente el debate de la plurinacionalidad del Estado y la interculturalidad a su topos natural, aquel de las teorías de la decolonialidad, la filosofía de la liberación así como las ontologías políticas de las diferencias radicales para, desde ahí, evaluar el recorrido de la plurinacionalidad y la interculturalidad en los casos de Ecuador y Bolivia. La primera reflexión en ese sentido es que la categoría de Plurinacionalidad del Estado forma parte de la ontología política del movimiento indígena. En efecto, de la misma manera que la burguesía se constituyó ontológicamente recuperando la noción de “Hombre” desde el renacimiento europeo y ontologizó esa noción para situarla como condición de posibilidad para el contrato social como fundamento moderno del poder, el movimiento indígena acude a la noción de Estado Plurinacional para lograr visibilidad ontológica como diferencia radical y, al mismo tiempo, denunciar el estatuto violento del Estado-nación moderno y burgués. El Estado Plurinacional es la imputación a la figura del Estado-Nación y sus nociones de contractualidad y libertad individual, como dinámicas de violencia, dominación y colonialidad. Esa colonialidad se expresa en el caso de los pueblos y naciones indígenas en su virtual invisibilización y desaparición ontológica. Es tan evidente esa invisibilización ontológica que los indígenas ecuatorianos accedieron al estatuto de ciudadanía política recién en el año 1998. La invisibilización ontológica a los pueblos y naciones indígenas, forma parte de aquello que Aníbal Quijano denomina la colonialidad del poder, así como de su naturalización en aquello que Walter Mignolo denomina la diferencia colonial. Uno de los mecanismos de la colonialidad del poder y de la diferencia colonial fue el racismo y la generación de discursos, dispositivos e instituciones que mantenían y profundizaban la dominación política desde la idea de “raza”. La ideología del racismo siempre sustentó el régimen de dominación política en Abya Yala (América Latina) desde la conquista europea hasta la actualidad. Esa idea de “raza” articulaba de forma coherente y estratégica la dominación política a los indígenas y los separaba radicalmente de cualquier posibilidad de crítica y emancipación desde su propia ontología política. Para criticar al racismo de la colonialidad del poder, los indígenas tenían que utilizar la misma ideología que los invisibilizaba ontológicamente. La idea de raza como dispositivo del poder colonial también colonizó la forma de comprender al mundo y la forma de ser-en-el-mundo, así como la capacidad de interpretarlo y transformarlo. La idea de “raza” es el envés de la ontología política de la burguesía: para afirmar su ser-en-el-mundo, ésta tiene que negar radicalmente aquello que no consta dentro de sus marcos ontológicos de existencia. Esa negación ontológica que es el correlato teórico y filosófico de la colonialidad del poder y de la diferencia colonial tiene también un correlato político, ideológico, cultural, jurídico y epistemológico. La ontología política de la burguesía, en consecuencia, siempre es violenta, discriminadora, excluyente. La colonialidad del poder hizo de los indígenas del Abya Yala (América Latina) el Otro radical a la modernidad. Los excluyó de toda forma de racionalidad humana entendida ésta en los términos modernos. Los alejó de forma definitiva de todo horizonte de lo humano en cuanto humano. Los deshumanizó de forma radical y absoluta. Solo desde esa deshumanización era posible colonizarlos, someterlos, dominarlos. Esa deshumanización implicaba que los indígenas en cuanto indígenas habían sido desalojados y despojados de toda consideración ontológica. Para existir tenían que situarse dentro del horizonte de visibilidad de la modernidad, fuera de ese horizonte, no existían. Enrique Dussel, afirma que la modernidad no nace con el cogito cartesiano sino con el ego conquiro europeo. En 1492 se produjo, en realidad, el en-cubrimiento del Otro. A partir de ese entonces, el Otro dejó de existir como Alteridad. Para existir, el Otro tenía que perder su estatuto de diferencia radical y permitir ser incorporado a los sistemas y mecanismos de dominación. Tenía que ser incluido a la modernidad y al capitalismo por la vía de la modernización, la civilización, la educación, la economía-mundo, etc., es decir, situarse en ese horizonte ontológico de visualización de la modernidad o, caso contrario, desaparecer. Sin embargo, la modernidad es autorreferencial y autopoiética. Agota en sí misma incluso su propia crítica. La modernidad no acepta a Otro radical porque ello implicaría relativizar sus propios contenidos universalistas. Significaría reconocer los límites de su propio horizonte de visibilidad; empero, la modernidad asume esos límites como inexistentes porque comprende y pronuncia al mundo desde la universalidad. Esa condición de universalidad es clave para su pretensión civilizatoria. La universalidad de la razón moderna es totalizante y totalitaria. La modernidad está enferma de totalidad. Fuera de esa frontera de la totalidad nada ni nadie puede ni debe existir (Lo racional es real escribía Hegel). La totalidad establece una frontera para Lo Real en cuanto Real desde las propias prescripciones modernas. Nada puede existir fuera de esa frontera de Lo Real. No obstante, el Otro en cuanto Otro es la evidencia de que hay algo fuera de esa frontera de racionalidad y realidad impuesta desde la modernidad. Es una exterioridad radical que amenaza a la modernidad en sí misma. Fue el pensador francés Emmanuel Levinas quien, entre otros, teorizó sobre el estatuto de la exterioridad y la alteridad radical. El Otro es Alteridad radical porque se sitúa al exterior de aquello que Levinas denomina Lo Mismo. El Otro como Alteridad radical no puede ser parte de Lo Mismo. Es una exterioridad irreductible a Lo Mismo. Entre la Alteridad radical y Lo Mismo no puede mediar una dialéctica que integre al Otro dentro del canon de Lo Mismo. Ahora bien, en la idea de raza de la colonialidad del poder y de la diferencia colonial, el Otro en cuanto Otro es despojado de toda consistencia ontológica. Esa Alteridad radical, para la modernidad, debe desaparecer en tanto que tal. La modernidad subsiste y persiste a condición de suprimir cualquier exterioridad a ella, vale decir, a la Alteridad radical. Fue Franz Fanon quien denunció esa “desaparición ontológica” del Otro en el colonialismo. Fanon también denunciaba la estrategia colonial de convertir al Otro en un permanente menor de edad que debe ser protegido de sí mismo. Esa conversión en menor de edad justificaba la intervención colonial y su violencia. Ahí radica, decía Fanon la desgracia ontológica del Otro, es decir, su conversión, desde la mirada colonial, como un ser fundamentalmente perverso, malo, destinado a destruirse a sí mismo. Para esta visión colonial, el Otro es un ser en permanente devenir hacia el Ser-que-es-Real, es decir, el Ser moderno. Pero en ese devenir, el Otro no se encuentra a sí mismo, se pierde en los laberintos de su propia ontología y es necesario ayudarlo a salir porque, caso contrario, esa pérdida le puede conducir a la noche-del-mundo. En esa noche-del-mundo en la que vive el Otro, éste no tiene opciones. Y no las tiene porque su pasado es, precisamente, esa noche-del-mundo, esa oscuridad de la razón. El Otro, dice el colonialista, ha vivido siempre en las tinieblas. Sus referentes, su memoria histórica, son la constatación de esa noche-del-mundo. El espíritu moderno viene a “iluminarlo”, a sacarlo de la noche-del-mundo; viene a hacerle comprender que vive en la noche-del-mundo y que incluso la violencia de la civilización es, en el fondo, una violencia benéfica porque toda luz lastima a quien ha vivido mucho tiempo en la oscuridad. Es necesario alfabetizarlo en los códigos que le permitan comprender que su Ser está perdido irremisiblemente en esa noche-del-mundo y que, para salir de esa noche-del-mundo, tiene que abandonar su Ser en cuanto Ser, tiene que dejar de ser Otro y convertirse en Lo Mismo. Ese tránsito es presentado desde la visión del colonialista como una salvación, como una oportunidad. Este proceso de supuesta violencia benéfica de la modernidad y la civilización con respecto al Otro está presente en la forma que se conforma el Estado-Nación en toda Abya Yala (América Latina) y también, por supuesto, en Ecuador. Efectivamente, luego de los procesos de independencia de la metrópoli española en Abya Yala nace una aberración jurídica y un imposible político: un Estado de forma moderna y liberal, en sociedades en las que no existen ciudadanos, burguesía, ni ninguna institución moderna. Constituir Estados-nación en un contexto de sociedades coloniales y colonizadas, en donde la inmensa mayoría de la población nada tiene que ver con la modernidad, ni con el naciente capitalismo, es un desafío al principio de realidad. Solo desde el ethos barroco del Abya Yala pudo procesarse esta aberración jurídico-política y otorgarle condiciones de posibilidad. Mas, ese Estado-Nación desde sus orígenes procesó la colonialidad del poder, la desaparición ontológica del Otro y la diferencia colonial del racismo. En la primera Constitución del Ecuador, aquella de 1830, se decía con respecto a los indígenas: “Artículo 68.- Este Congreso constituyente nombra a los venerables curas párrocos por tutores y padres naturales de los indígenas, excitando su ministerio de caridad en favor de esta clase inocente, abyecta y miserable.” Los indígenas del Abya Yala, son la clase inocente, abyecta y miserable que, dos siglos después, y por las paradojas del liberalismo: “aman al país; se sienten parte de él”. Esta estrategia de colonizar el Ser en cuanto Ser de las Alteridades Radicales y desaparecerlos de todo horizonte ontológico, puede ser denominada como invisibilización ontológica. En la matriz epistemológica e incluso axiológica de la modernidad subyacen todas las condiciones de posibilidad que definen y procesan esa invisibilización ontológica del Otro. Esas condiciones de posibilidad asumen varias formas, como por ejemplo: La lógica de la desaparición: El Otro no existe. La deontología de la violencia radical moderna: El Otro no debe existir La lógica de la asimilación: El Otro, para Ser, debe ser incluido La lógica de la indiferenciación: El Yo siempre es un Otro La lógica del olvido: El Otro aún no es La lógica de la ausencia: El Otro nunca será La lógica de la distancia insalvable: El Otro nunca ha sido La lógica de la desgracia ontológica: El Otro debe ser protegido de sí mismo La invisibilización ontológica es un proceso violento y sin remisión posible. Los pueblos indígenas del Abya Yala, han sufrido y aún sufren en carne propia todas estas dinámicas de la invisibilización ontológica: han sido objeto del exterminio sistemático y el genocidio (no deben existir); han sido parte de una sistemática estrategia de negación y su memoria e historia han sido permanentemente escamoteadas (no existen, nunca han existido); han formado parte de las estrategias de inclusión y sometimiento de las políticas indigenistas de sus Estados o de la cooperación internacional (deben ser incluidos); han sido la materia prima de las políticas de modernización, desarrollo, inclusión, etc. (aún no son pero algún momento llegarán a Ser); han sido considerados como permanentes menores de edad (deben ser protegidos de sí mismos), etc. Como en el Ministerio de la Verdad de la distopía de Orwell y que se encargaba de reescribir la historia para concordarla con el poder, la memoria histórica de los pueblos del Abya Yala ha sido sistemáticamente saqueada, destruida, olvidada, negada, preterida. En el Ecuador, el gobierno progresista de Alianza País eliminó la educación intercultural bilingüe y emitió un decreto ejecutivo para entregar los territorios amazónicos de los pueblos y naciones indígenas que los habitan a la labor misionera y evangélica de la iglesia católica. Una de las figuras centrales de esta invisibilización ontológica ha sido aquella del Estado-nación moderno y liberal. Es desde el Estado-nación moderno que se procesan esas lógicas de la desaparición e invisibilización ontológica a las diferencias radicales. Al contrario de la teoría liberal que ve en el Estado la racionalidad individual de la contractualidad y el espacio de la libertado individual y la maximización del beneficio personal, la teoría y crítica de la plurinacionalidad del Estado propuesta desde los movimientos indígenas, obliga a visualizarlo como una forma de dominación política que procesa no solo las diferencias de clase, sino que garantiza la colonialidad del poder, la diferencia colonial, las geopolíticas del conocimiento y las lógicas de la invisibilización ontológicas de las diferencias radicales. Son justamente estos procesos los que no son advertidos en los textos de Ayala Mora y León Trujillo. La teoría decolonial, la filosofía de la liberación y los propios movimientos indígenas han puesto en relieve los discursos de poder que colonizan al Otro y lo despojan de su ontología. Por ello, una de las primeras formas de resistencia es, como lo diría John Holloway, el grito, porque ese grito representa el “existo”, el “soy”, el Ser que es negado por la colonialidad del poder y la diferencia colonial, y que reclama, desde el grito, la existencia y el reconocimiento de esa existencia. Quizá el concepto de Estado-Plurinacional pueda ser asumido como parte de ese grito, de esa disonancia que viene, precisamente, de la noche-del-mundo. De esa noche que es la memoria ancestral que resiste al olvido intencional. El Estado Plurinacional es la grieta en la hegemonía liberal del Estado-nación. Oponer la plurinacionalidad del Estado con la interculturalidad de la sociedad equivale a operar al interior de la lógica colonial y violenta de la matriz moderna, y negar la capacidad del movimiento indígena de crear su propia ontología política. Equivale a clausurar uno de los procesos históricos más ricos, extraordinarios y emancipatorios del continente y también del mundo, porque la interculturalidad es el espacio ontológico desde el cual el Otro puede construirse ontológicamente. Asimismo, inscribir la plurinacionalidad del Estado al interior de la trama liberal de la política y de su visión instrumental y estratégica de los territorios equivale a eliminar todo potencial emancipatorio del movimiento indígena como sujeto histórico y social. Los problemas que subsisten en Ecuador y Bolivia, los primeros países del mundo en reconocerse como Estados plurinacionales, no dan cuenta de las carencias que tendría la plurinacionalidad como horizonte emancipatorio sino del formato en el que están inscritos: aquel del liberalismo y su propuesta de contractualidad individual y estratégica. El Estado plurinacional como propuesta del movimiento indígena, no quiere ni nunca ha sido su pretensión, el crear un estatuto de autonomía o libre determinación para los pueblos indígenas en un contexto de colonialidad y violencia social. Mientras exista ese contexto de violencia y que es inherente tanto a la modernidad cuanto al capitalismo, la plurinacionalidad es un horizonte de visibilidad para la emancipación. En ese sentido, una evaluación de la plurinacionalidad del Estado, luego de su incorporación a los textos constitucionales de Ecuador y Bolivia no parte desde el lado indígena de la ecuación ni tampoco de su lado liberal, sino de su integralidad y su dialéctica. Tanto en Ecuador como en Bolivia, la declaratoria de plurinacionalidad del Estado no ha frenado las derivas depredadoras de la acumulación del capital y sus dinámicas extractivistas; más bien ha sido utilizado en contra de la capacidad de movilización y resistencia de los pueblos indígenas y de la organizaciones sociales. Parece una paradoja que la declaratoria de plurinacionalidad del Estado permita una mayor criminalización a los pueblos indígenas por defender precisamente aquello que define la plurinacionalidad: los territorios, sus recursos y sus modos de vida. Empero, el problema real no está en la plurinacionalidad sino en el formato que la cobija: el Estado liberal y el sustrato de realidad que lo determina: los procesos de acumulación del capital. Quizá sea conveniente establecer un paralelismo histórico con la conformación de la burguesía. Cuando la burguesía propuso la ciudadanía política para refundar al Estado monárquico y feudal, se dio cuenta que esa propuesta de libertad individual y de igualdad jurídica era imposible de conjugarse con los Estados monárquicos y autoritarios. El Estado feudal era un límite histórico para el Estado liberal que la burguesía proponía. El concepto de libertad individual chocaba con la estructura feudal del poder. La burguesía necesitaba tanto de una economía política de la mercancía cuanto de una economía política de la libertad individual. Quizá a su pesar, pero la burguesía tuvo que adquirir una contextura revolucionaria para abrir el espacio social a sus propias prerrogativas y reinventarse el mundo. Ahora, en cambio, estamos llegando al límite del Estado liberal. Las categorías de plurinacionalidad del Estado y de interculturalidad evidencia esos límites. El problema de fondo y aquello que debe ser criticado es, precisamente, el formato liberal del Estado, de la política y de la sociedad en el contexto de una acumulación del capital signada por la preeminencia del capital financiero. Quizá la conclusión más importante que puede realizarse luego de la declaratoria de plurinacionalidad del Estado en Ecuador y en Bolivia es que ese concepto, al parecer, resulta incompatible con el formato liberal de la política y la acumulación capitalista. Si en algún momento se pensó que los derechos colectivos de alguna manera constituían una garantía y una posibilidad de defensa de los territorios y de la vida de los pueblos y naciones del Abya Yala amenazados por el capitalismo y la modernidad, los nuevos procesos políticos de Ecuador y Bolivia no solo dan cuenta de que la acumulación del capital es despiadada con todo aquello que se le opone y hace de la teoría de los derechos un simulacro del poder, sino que esa teoría que fundamenta al poder moderno desde el interés general, los derechos humanos, la libertad individual, forma también parte de ese simulacro. En consecuencia, es necesario pensar en otro formato para la política, para el Estado y, por supuesto, para la economía; un formato que rebase radicalmente al liberalismo. Los impasses de la plurinacionalidad del Estado radican, en consecuencia, en el formato liberal-capitalista de la historia. Quizá sea momento de empezar a salir de forma radical del esquema liberal de la política y sus conceptos de democracia representativa, de reglas de la mayoría, de ciudadanías, de agentes representativos, etc., por conceptos que enriquezcan a la democracia y a la política desde otras perspectivas. Quizá sea momento de detener la deriva depredadora de la acumulación del capital y los simulacros del liberalismo y hacer una apuesta por la vida, tal como fue, en sus orígenes, la propuesta emancipatoria de la liberación del trabajo y de la explotación. Walter Benjamin decía que la utopía debe servirnos para iluminar aquello que debemos destruir. La plurinacionalidad del Estado es esa utopía que permite comprender la violencia intrínseca del Estado-Nación, de la acumulación capitalista y de sus discursos legitimantes, en la ocurrencia, el liberalismo político, jurídico y económico.

miércoles, 26 de junio de 2013

Protestas de Brasil, comparación con Argentina N. Giarracca

El mundo|Miércoles, 26 de junio de 2013 Opinión La política de calles se hizo presente Por Norma Giarracca * Brasil nos ha dejado sin palabras. El “gran país” que supo regular su crecimiento, mantener las variables macroeconómicas bajo control; el país donde la población piensa sus demandas en términos de “partidos”, que acompañó con alegría la llegada del PT al gobierno, estrena con una fuerte irrupción la política de calles. Miles de brasileños en 80 ciudades expresando rebeldía, disconformidad, gritando la injusticia inherente al desarrollo capitalista... ¿qué pasó? Este diario publicó excelentes análisis de quienes viven allá y de quienes siguen nuestros países con miradas que nos hacen falta, como la de Boaventura de Sousa Santos. De las condiciones de contorno y del polisémico sentido de las protestas hay muy poco que agregar. Querríamos aportar dos reflexiones que hacen a una posible comparación entre Brasil y la Argentina. En primer lugar, hablemos de las diferencias entre las dos tradiciones culturales de la política rebelde. La Argentina siempre fue un país de protestas “plebeyas”; por la influencia anarquista antes del peronismo y por los rasgos propios del fenómeno político que irrumpió en 1945, a partir de allí. Brasil casi siempre se movilizó a través de una institución, el Partido Comunista de los años ’20 y ’30 con Luis Carlos Prestes a la cabeza, por ejemplo, y la importancia de la formación desde debajo de un nuevo partido con apoyo de las iglesias, de los grandes sindicatos, que concentró la esperanza del Brasil rebelde durante las últimas décadas. El presidente Lula supo concentrar expectativas de transformación en uno de los países más desiguales del mundo y, aunque quedaba cada vez más claro que el gobierno “popular” no iba más allá de políticas sociales de inclusión, se le seguía creyendo, respetando, aceptando, por ejemplo, su elección por las semillas transgénicas (a pesar de la promesa electoral) y los sectores “progres” (con dignas excepciones) comentaban con orgullo nacional cómo el país se convertía en el gran banquero latinoamericano, en el “Brasil potencia”. Los colegas que habían seguido los derroteros del los Sem Terra consideraban un hecho natural la subordinación de este gran movimiento al partido de gobierno. Las críticas a la paralización del reparto agrario fueron cada vez en tonos más bajos. No obstante, aprendimos de otros colegas la importancia del concepto “sufrimiento social” para entender el vasto país: las grandes hidroeléctricas, los desplazados... Por eso estamos anonadados, una rebeldía claramente antiinstitucional, sin partidos, sin grandes centrales obreras. Lo que está en las calles no son los movimientos, son jóvenes sin partidos, sin centrales, sin organizaciones; tal vez intuyen los límites de las instituciones en estos capitalismos en que nos ha tocado vivir, tal vez se hartaron de pedir por los canales institucionales. Lo que está ocurriendo no es fácil, el gran Brasil mostró su rasgo rebelde, plebeyo, y hay que estar atentos a lo que pasa porque estamos frente a un fenómeno nuevo. La segunda reflexión que deseamos hacer es sobre algunos intentos oportunistas de dirigentes políticos o caceroleros argentinos que quieren compararse o, más grave aún, sumarse al fenómeno. Es lamentable la falta de sensibilidad para comprender los procesos, las rebeldías, las broncas legítimas de las poblaciones de América latina. Los caceroleros modelo nacional marcharon con partidos de centro y centroderecha, no tuvieron una sola palabra hacia los sectores más sufrientes de este modelo y fueron apañados y estimulados por los medios de comunicación concentrados. Los sentidos de las protestas pueden ser difíciles de comprender, pero aquí estuvo bastante claro y no hay comparación posible con las que se desarrollan en Brasil. Los caceroleros quieren más institucionalidad, allá cuestionan la institucionalidad. Aquí se oyeron voces personalizadas de partidos u organizaciones, allá la queja del gobierno es que no tiene con quien negociar. Aunque Patricia Bullrich o Lilita Carrió quieran ver en los caceroleros argentinos espacios de “expansión democrática”, existen muchas dudas de que puedan salir de esas imágenes de señoras insolidarias y llenas de bronca personal hacia la figura presidencial. En Brasil, la figura de Dilma no es importante, no es contra ella; lo central es una población que vio generar riqueza y distribuirla de un modo tacaño, egoísta, considerando clase media a quien dejó de caminar sin calzado. La imagen del 99 por ciento contra el uno por ciento de los que se quedan con las riquezas, que en Brasil como en el resto de América latina provienen básicamente de bienes comunes, funciona como una idea muy potente y articuladora en estos mundos rebeldes. Es decir, por un lado el neoliberalismo da la imagen de haberse instalado muy cómodamente con la aceptación de las instituciones (de gobiernos conservadores o “progresistas”) y, por otro, un fantasma recorre el mundo dando miles de vueltas por todos lados para inquietarlo y limitarlo. * Socióloga, investigadora del Instituto Gino Germani UBA). © 2000-2013 www.pagina12.com.ar|República Argentina|Todos los Derechos Reservados